La angustia y el desespero al ver la agonía de sus negocios, ha llevado a la clínica a más de un comerciante y no porque tengan Covid, sino porque la tenebrosa enfermedad acabó en cuatro meses con lo que construyeron a pulso durante tantos años. Los dejó en bancarrota.1 of 21





















120 días cerrados y la gran incertidumbre de cuándo volverá a enderezar el comercio tiene pensativos y tomando valeriana a miles de arrendadores y arrendatarios. Muchos no han llegado a acuerdos con inmobiliarias intransigentes, otros no han podido cumplir con lo pactado porque no hay ventas y por ende no hay cómo pagar ya que por los numerosos casos de contagio el aislamiento ha continuado.
“Es un drama para todos quienes tienen locales arrendados, necesitan su dinero porque de eso viven pero el arrendatario no tiene como responder porque el comercio en su mayoría lleva cuatro meses cerrados”, afirma Maritza Pérez, propietaria de un almacén de variedades, quien vende a través de una puerta camuflada pero no logra hacer para sostenerse, mucho menos para pagar un arriendo.
Propietarios de tiendas de ropas y zapatos, perfumerías, misceláneas, las mismas peluquerías y barberías, así como todos los restaurantes, bares, billares, estaderos y cantinas, están ‘mamando’ cable, como se dice en el argot popular, ante esta caótica situación.
Las salas de belleza abrieron con protocolos, pero la clientela es contada. Llega temerosa. Las salas de estética están peores y los consultorios odontológico ni se diga. Pocos quieren hacerse diseño de sonrisa, pues el tapabocas no les deja lucir sus dientes blancos como la harina.
En Barranquilla LA LIBERTAD hizo un recorrido por el norte y las imágenes son estremecedoras. Famosos sitios como discoteca en Plaza del Parque, restaurantes La Matriarca, Ambigú, bares como Cantagallo y un sinnúmero de almacenes, han ido poco a poco cerrando sus puertas.
Hace dos días La Popular Uno de los más tradiciones bares en el norte cerró sus puertas en Plaza del Parque.
Y en el sur la carrera 8 también se nota desolada y muchos de sus estaderos están siendo vendidos y otros cerrados. En las puertas de algunas discotecas sus dueños se han dedicado a comercializar productos caseros, entre ellos, frutas.
En el centro muchos comerciantes han cerrado locales por los altos costos y por no llegar a acuerdos económicos con los propietarios.
La situación es tan grave que si seguimos en aislamiento un mes más, cuando salgamos nos podremos encontrar con una ciudad totalmente desolada y unos centros comerciales donde mínimo saldrán fantasmas.
De seguir la situación como va de manera indefinida y con el comercio a medio abrir, sin duda, esto será la debacle de una ciudad próspera, prometedora y con un comercio formal e informal que generaba no solo empleo sino flujo de recursos que aportaba al desarrollo de la urbe y el país. La incertidumbre es grande y las pérdidas y el retroceso económico son de dimensiones que genera pánico.