León Trotsky me enseñó que cuando el estimulo se vuelve constante deja de ser estimulo.
Sí, la felicidad nos acompañaba y no nos dábamos cuenta hasta cuando súbitamente
desapareció teniendo ahora otra “compañía” indeseable, que nos sigue a todas partes. Sin
entrar a definir axiológicamente el concepto felicidad, hoy sabemos del valor de la calle, del
parque, del campus universitario…He aquí algunas ideas sueltas para reflexionar:
Nos encontramos sitiados por millones de monstruos diminutos que se subdividen y
replican infinitamente, y lo peor es que ni siquiera están vivos, no se pueden matar. Se
desintegran químicamente algunos y otros cientos de miles de millones los reemplazan. Si
me invaden y no hay pronta atención, intensiva y dolorosa, y si el organismo reacciona bien
y no tiene factores de riesgo colaterales, tal vez logre aplazar mi reencuentro con la nada.
Existe la sospecha de que ese engendro es producto de la manipulación de la ingeniería
genética y que escapó al control humano originando esta guerra virológica mundial donde
las potencias, acusándose entre sí, se emplean a fondo por dominarlo; pero también por
confinar a la gente, utilizando desde el pánico mediático hasta los asesinatos impúdicos
como los de los supremacistas blancos bajo las órdenes de Mr. Trump. En el interior de mi
casa y en mi conciencia, observo cómo las clases opulentas a nivel orbital están
aprendiendo lecciones para el mañana, acaso por posibles sublevaciones populares. Van
perfeccionado en la práctica el arte milenario de gobernar a los hombres y que estos
obedezcan en sumisión. El toque de queda permanente sería lo ideal para que las masas
no se unan, ni protesten pero, eso sí, que produzcan.
Abocamos la presencia de un virus antisocial que solo se transmite de humano a humano.
Hay que estar lejos del otro. La condición social me está siendo negada so pena de
enfermarme de muerte, ya lo dije. Ese es el estereotipo impuesto. Adiós a la
muchedumbre, al hombre colmena, al hombre enjambre.
Los medievales se quedaron cortos con la sífilis. Si vivieran hoy nos dirían: Si no le temes a
Dios témele al Covid 19. El sida es una bobada. Ya no se trata de acostarme con alguien.
El drama diario es psicosis, estrés, esquizofrenia. Todo me contamina. El aseo me
atormenta hasta la paranoia. Mi neurosis aumenta. Me lavo y me vuelvo a lavar las manos
y las suelas de los zapatos, si salgo. Al volver me baño otra vez y ojalá pudiera quemar la
ropa. La asepsia debe ser total. Primero la bioseguridad. Saludo desde lejos. Fuera de
manos y de abrazos. De besos ni hablar. Y si de pronto hablo debe ser con tapa boca.
Tampoco hacer el amor. La distancia mínima es de dos metros. Misión imposible. Eso es
piel-sobre-piel y con todos los sentidos erotizados. Sin plásticos ni cauchos intrusos. Es
decir, estamos limitados en todo, pero no en el pensamiento. Este no se puede encarcelar.
Menos amordazar. Por eso hoy quiero señalarles no solo estas vivencias, sino recordarles
otros dos fenómenos qué sin ellos no seriamos, porque estamos situados en el cosmos:
Según los astrofísicos, hace 65 millones de años cayó en el golfo de México un asteroide
que afectó todo el planeta y terminó con la era de los grandes reptiles que venían
dominando la tierra durante decenas de millones de años. Sin ese fenómeno los mamíferos
no hubiéran tenido ninguna posibilidad. Pero eso no bastó para que emergiera el hombre.
Habría que esperar hasta después de la última glaciación que cambió abruptamente el
medio natural de África tropical, donde habitaban en los bosques grupos de primates que
vivían y se alimentaban de los árboles frutales. Una nueva y sustituta geografía de sabanas
y llanuras de hierbas altas, los obligó a cambiar su manera de desplazarse, erguidos solo
sobre sus pies y liberando las manos, comenzando así el proceso de hominización que los
condujo a través del trabajo a seres pensantes.
Por esos dos remotos accidentes (astronómico y geológico) existimos, pero más al haber
superado socialmente el segundo. El COVID-19, provocado o no por el hombre y que nos
ha destruido la normalidad, debe servir igual para repensar el valor de lo poco que somos,
buscando ser más humanos y comportarnos mejor con este planeta azul que nos dio la
vida, pero que también nos la puede quitar. Tenemos urgentemente como humanidad que
tomar conciencia de otra amenaza: estamos incidiendo en el cambio climático que no se
puede seguir ignorando en aras del incremento de las ganancias del capital, así como se
negó la pandemia actual menospreciándola al principio como una gripita, y miren cómo
vamos. Es hora de hacer cambiar de conducta al sistema frente a su explotación de la
naturaleza (Producción), para que en vez de ser caótica y anarquizante sea responsable,
planificada y racional, si es que queremos subsistir como especie y poder tener “una
segunda oportunidad sobre la tierra”, la que no tuvo la estirpe de los Buendía en el
Macondo simbólico de García Márquez.